miércoles, 28 de octubre de 2015

Minihistorias

Se me ha ocurrido empezar una sección subiendo pequeñas historias de mi propia cosecha, espero que gusten.


1. Vuelta al ¿hogar?

Aquel invierno su madre se fue para siempre. No podía creer que no volviera a escuchar su voz, de repente se sintió inseguro, como si una de las columnas que sostenían su endeble existencia se hubiera derrumbado, llenándolo todo de dudas e incertidumbre.
Esa noche soñó que su madre le decía adiós mientras desparecía, él intentaba atraparla con las manos, pero se desvanecía entre sus dedos. Se despertó angustiado y mareado, la habitación le daba vueltas y tuvo que contener una arcada. Trató de relajarse, respiró hondo y despacio, hasta que sintió que por fin sus latidos se relajaban.
Estaba claro que no podría volver a conciliar el sueño, así que era una tontería intentar dormirse de nuevo.
Se levantó y fue a la cocina para prepararse un vaso de leche y tomar una aspirina, la cabeza le iba a estallar de un momento a otro.
Pensó en el tiempo que  había desperdiciado alejado de su madre, por mantener un trabajo que lo esclavizaba pero en el que cobraba lo que nunca hubiera soñado. ¿y para qué? No tenía esposa, ni hijos a los que poder complacer con lujos que se hubiera podido permitir. Estaba sólo, y podría haber vivido perfectamente en el pueblo con un salario modesto. Pero necesitaba salir de allí, de la pesadilla que había sido su infancia y parte de su adolescencia gracias a un padre borracho y a una madre depresiva.
Por eso se había marchado del pueblo cinco años antes, en busca de una vida mejor, intentando olvidar todos los recuerdos que conservaba de aquel lugar.
Cuando le avisaron de que su madre había caído enferma, él se encontraba cerrando un negocio muy importante y por eso decidió aguantar unos días más, su madre siempre había tenido una salud de hierro independientemente de su estado mental, y una simple gripe no acabaría con ella.
Pero resultó que no era un simple catarro.
El cáncer la consumió en unos pocos días, cuando decidió volver al pueblo, ya era demasiado tarde.
Sintió asco de si mismo por no haber acudido nada más recibir el aviso, ¿De verdad era un negocio tan importante? y aunque lo fuera, ¿era eso más importante que  la agonía de una madre privada de ver a su hijo por última vez en su lecho de muerte? ¿O había otra razón por la cual retrasó su regreso?
Sí, la había: el miedo. Al volver al pueblo, todos los recuerdos tortuosos de su juventud invadieron su mente, como una estampida de caballos desbocados que hubiesen pasado mucho tiempo en cautiverio y por fin los hubiesen soltado. No quería recordar, pero la muerte de su madre le obligó a ello.
"¡Cobarde!" Se reprochó a sí mismo.
La ceremonia de entierro fue sencilla, sólo acudieron él y unos pocos vecinos.
Fue una situación incómoda, después de cinco años, todo el mundo le parecía extraño, como si los viese por primera vez en su vida, a pesar de haber pasado toda su infancia y juventud allí. ¿O era él que había cambiado?
Intentó entablar conversación con algunas personas, pero sólo obtuvo de ellos secos pésames.
"Me odian" Pensó. "Me odian por abandonar a mi madre".
En el pueblo sí que no notaba ninguna diferencia, todo seguía tal cual: la vieja taberna donde su padre se emborrachaba noche sí noche también , la escuela donde había pasado sus mejores momentos, o más bien sus únicos buenos momentos, la botica donde su madre encargaba el Prozac, el viejo caserón que tantas pesadillas y noches de miedo le habían granjeado, y las desvencijadas viviendas. La casa en la que él había vivido con sus padres era la más vieja y pobre, pero a él siempre le pareció la más bonita: era su hogar.
A medida que se acercaba a su calle, su mente se fue llenando de recuerdos: en aquella esquina él y su hermano habían pasado horas fumando a escondidas. Sonrió para sí, ¡Qué paliza les dio su madre cuando los descubrió! Su hermano siempre había sido tan perfecto, tan valiente...Eso siempre le generó una secreta envidia. Pero siempre lo siguió a todas partes, acatando sus indicaciones y decisiones sin rechistar. Lo de los cigarrillos fue idea suya, era un granuja profesional.
Se alistó en el ejército al cumplir la mayoría de edad. Murió cuatro años después, y fue el principio del fin: su padre empezó a beber con más ahínco y su madre cayó en la depresión de la que no llegaría a recuperarse nunca. Con su padre alcoholizado todo el día y su madre depresiva, tuvo que hacerse cargo del hogar. Aguantó todo lo que pudo, hasta que estalló y se largó.
Cuando llegó a la verja que rodeaba la casa, pudo visualizar a su madre plantando su huerto, mientras él se esforzaba por mejorar en el baloncesto con la canasta que tenían en el patio.
Se armó de valor y cruzó por el caminito de tierra que llevaba hasta el recibidor. La puerta estaba abierta, como siempre. En el pueblo eran todos muy confiados. El vestíbulo se le antojó más pequeño de lo que recordaba, los años parecían haberlo encogido. Entró en el salón y se topó con el viejo sillón de su padre, e instintivamente se sobrecogió: su padre le dio una buena tunda cuando lo vio sentado ahí, no permitía que nadie se sentara en él, sobre todo cuando volvía de la taberna. Ebrio era un tipo imprevisible y peligroso.
Se sintió asqueado de sí mismo al pensar que fue un alivio su muerte por apoplejía justo un mes antes de que él decidiese marcharse, pero era cierto, fue un alivio y sospechaba que no sólo para él. Su madre había tenido que soportar muchas cosas: los golpes, los gritos, las borracheras, las resacas, el sexo sin consentimiento sólo para no recibir un puñetazo más....Nunca lo denunció ¿Cómo iba a denunciar a su marido, al padre de su hijito? Además, su padre nunca le tuvo en mucha estima, lo consideraba un estorbo y la razón de que su mujer ya no le hiciera caso sólo a él, sentía que sólo se preocupaba por ese mocoso.
Así que odiaba a su padre, sabía que no esta bien odiar a un padre, pero ¿también se debe amar a un padre que sea un borracho cabrón?
"Que te jodan, papá."
Apartó a su progenitor de la mente y subió las escaleras por las que tantas veces él y su hermano habían correteado y caído, desesperando a su madre, convencida de que algún día se abrirían la cabeza.
Entró en su cuarto, en la vieja estantería se acumulaban reliquias de su paso por el colegio: trofeos, diplomas, libros, fotos, etc.
Su escritorio le pareció ridículo, lleno de pegatinas y fotos de los ídolos de su adolescencia. Se tumbó en la cama, todavía con la colcha de Luke Skywalker. Sus piernas sobresalían casi un cuarto del colchón. Allí tumbado, pensó en lo mucho que habían cambiado las cosas. ¿Merecía la pena el cambio? El tiempo lo diría. Por el momento, nadie le iba a privar de echarse una buena siesta.

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